Es la locura la que
hace girar a nuestra
inestable atracción de feria.
Sin motores,
ni el corazón para
ponerla en marcha, no.
El instante mágico
de locura transitoria
es en el que apreciamos
que nuestro objetivo
no es girar exactamente
sino hacer que nuestra noria moral gire.
Tal vez nuestra vida
no sea más que una monótona
y rebelde atracción de feria.

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