lunes, 8 de mayo de 2017

Tú, a través de mí


Tiene las manos tan grandes como su corazón, el pelo siempre alborotado y los ojos color café.
Guarda su sonrisa para quien entiende que sus pies crujen cuando todo está en silencio, y que sus uñas nunca crecerán porque no tiene, porque no quiere.
Tiene una ventana en el alma, un paisaje que se refleja tras sus párpados y unos latidos que hacen ruido tras la puerta por la que me asomo a verle dormir cada vez que tengo la suerte de sentirle respirar en mi nuca.
Tiene la manía de hacerme creer que soy de hierro, que mis manos son mis alas, y que tengo el don de no rendirme nunca. Pero se equivoca.
Él me ha visto Roma y me ha visto París. Me ha visto volar y derrapar, despedirme y nunca irme, retarme y deshacerme. Me ha visto tormenta y huracán, poesía, marea y tren.
Supe al mirarle que el miedo es una escusa mediocre de los valientes que siempre supieron de la existencia de sus alas. Y así fue como aprendí a dejar de caminar.
Nunca hizo falta contarle la trama de mis insomnios, a pesar de que sigo prefiriendo susurrarle al odio mis miedos para sentirme tan a salvo como la primera vez que me vio ser yo y no huyó,
como cuando entendió que no había un jardín con más espinas que mi alma y aún así prefirió quedarse para regarlo antes que acordarse de mí cada vez que viese una flor.
Tiene la capacidad de arrancar kilómetros para olerme de cerca, lamerme el alma y hacerme el amor por dentro hasta ordenar el equilibrio que entre cosquillas vuelve a romper.
Guarda más domingos a medias entre los pies, que despedidas entre los labios,
manías para escribir trilogías y una forma de atravesarme que nunca podré contar.

Es luz y silencio,
atardecer y ruido,
caricia y cicatriz.
Es la paz llena de insomnios,
un suspiro lleno de vida,
una canción que nunca acaba,
un paseo a ninguna parte,
la metáfora de un "sí".
Sí.

Escribo desde hace cuatro primaveras por si algún día se olvida de los lunares de mi espalda, o qué bolígrafo uso para escribir.
Escribo por si algún día tiene que inventar un cuento donde la protagonista hablaba sola, gritaba con los dedos y tenía un objetivo entre las manos para inmortalizar el tiempo; para recordarle que ya existe y que nunca quise protagonismos.
Escribo porque eres la encarnación de todas las emociones que adopté a lo largo de mi vida y me hicieron así de rara como tu no me ves, así de especial como me quieres.
Escribo porque al abrazarte encontré cada pétalo perdido de las metáforas de mis cuadernos vacíos.


miércoles, 25 de enero de 2017

"LA JAULA SE HA VUELTO PÁJARO" A. Pizarnik

"Lo siento mucho todo, y esto no es una disculpa"

Soy consciente de que la lucha me queda tan grande que por eso me dejo el alma y la voz, para empequeñecer el miedo y que sean las ganas y la fuerza que nos una, lo que nos de ánimo para no dejar de hacerlo nunca, lo que nos haga libres.
Nunca fui una persona insegura, pero he tenido tantas incógnitas y lagunas que aún me sorprende haber resuelto cada duda, haber luchado por cada espina y haber llenado de valentía cada renglón vacío que me asfixiaba buscando respuestas fuera de mí, cuando verdaderamente, siempre, siempre, las tuve dentro.
Nunca encontré mi sitio porque entendí que mi sitio era buscar el de los demás, y fue, justo entonces, cuando me encontré.
Me encontré gritando por nosotros mismos, personas llenas de inseguridades que frenan y oprimen sueños, metas, ilusiones. Me encontré luchando por nosotras, mujeres muertas de miedo por una sociedad que nos ha hecho creer que no podemos, que no valemos, que no está bien esto, que debes hacer lo otro "porque sí".
He pasado media vida perdiéndome entre libros y reflexiones en cuadernos porque no había forma de hacerme hueco en un sistema patriarcal del que ahora me río tanto como me enerva. Me río porque carece en todos sus aspectos del más mínimo sentido. Y me enerva, por la misma sencilla razón. Porque cuando no hay fundamentos que respalden una idea, para mí, pasa al cajón de las cosas absurdas. Pero ojalá fuera tan sencillo. Ojalá fuera tan sencillo tirar a la basura años de cuentos, siglos de machismo, de tradiciones y mitos que nos han limitado tanto como oprimido y que han conseguido que interioricemos un papel que no nos corresponde.
Hay generaciones que tienen tan interiorizado el "ha sido siempre así", que dudo mucho que su jaula pueda llegar a convertirse en pájaro. Es muy difícil que muchas de nuestras madres abran los ojos a una realidad que pretende hacernos creer que nuestro trabajo es ponernos una venda para dejar de creer en nosotras mismas. Es muy difícil que muchas de nuestras generaciones mayores sean capaces de ver que nuestra lucha debe partir de empoderarnos para ser conscientes de que nuestros derechos son ni más ni menos reales, y que si es necesario luchar por ellos es porque básicamente llevan toda la historia anulados y vulnerados. Porque creen que el papel de la mujer es otro, porque hay mujeres tan machistas como hombres.
Nos han hecho creer en un gueto de terciopelo que debemos cuidar porque nos ha tocado por el simple hecho de nacer mujer.
Que nuestra misión en la vida es traer, valga la redundancia, vida.
Que nuestro sitio está en la casa, que "el amor todo lo puede", que "calladita estás más guapa", que ese vestido es demasiado corto, que esa libertad que pretendes te queda demasiado grande.
Nos han contado que "los niños no lloran" y que las niñas deben crecer viendo a un príncipe azul que les romperá el corazón por estar enamorado de ella.
Nos han contado que el rosa es mío y que el azul es tuyo. Que las muñecas deben ser mías, los coches tuyos. Que no maquillarse te hace menos mujer, que el hecho de no llevar sujetador ya implica que deseas atención y provocar. Que el largo de mi falda justifica tu agresión. Que la hora de mi libertad justifica tu acoso.
Nos han dicho que "si te hace burla es que le gustas", que "corres como una niña", que "quien bien te quiere te hará llorar", "no llores, nenaza"
Nos han enseñado a conformarnos, porque "siempre ha sido así".
Y no, LA JAULA SE HA VUELTO PÁJARO.

Es el momento de crear generaciones fuertes, es el momento de ver el feminismo como una realidad que sólo pretende devolvernos los derechos que nos ha anulado un sistema patriarcal vacío de propiedades y fundamentos y que justo ahora, cuando cada vez somos más voces las que nos dejamos el alma por crear conciencia y sensibilizar sobre una realidad que nos incumbe a todos; justo ahora, es cuando el miedo se huele a distancia. El patriarcado se huele la posibilidad de que nos miremos al espejo y nos veamos guapas por dentro y por fuera. Se huele el miedo a que nos miremos de espalda al espejo y nos veamos esas alas que han permanecido siempre ahí pero ocultas por el temor a que el sistema opresor las viera y siguiera cortándolas mucho más de lo que lo ha hecho siempre. Nos olemos el miedo del patriarcado a que dejemos de tener miedo. Y es justo por eso por lo que os han vendido la idea de que el feminismo pretende invadir Polonia, ¿no?. "Feminazismo": dicho término surge del miedo del sistema patriarcal a que pretendamos luchar por lo que nos corresponde, por nosotras. Surge para ridiculizar la lucha feminista ante una realidad machista que ha estado presente desde el origen de los tiempos.
Así que no, queridxs, no existe el feminazismo. Existen las feministas radicales, al igual que la derecha radical, que la izquierda radical. Os han vuelto a vender la moto y os han contado que la reivindicación de mis derechos carece de sentido. ¿Vaya locura verdad?, querer vivir en una sociedad con igualdad de oportunidades para avanzar, conseguir, lograr y ser. Vaya locura reivindicar lo que me pertenece...


Es el momento de quemar la venda de los ojos, de crear generaciones adolescentes conscientes de que el amor no es aguantar, de que la violencia de género sólo implica el maltrato físico.
Es el momento de que gritemos que la MEDIA NARANJA NO EXISTE, que NO ES NO, QUE NO SOY DE NADIE, SÓLO MÍA; que los polos opuestos no se atraen, que quien bien te quiere te hará feliz y no llorar, que quien quiera quedarse se va a quedar y no hará falta pedirle a gritos a alguien que se quede.
Es hora de poner límites y de abrir los ojos, de quitarnos la venda y hacernos un lazo como Sara Búho. Hora de rompernos la garganta dejándonos la voz educando en igualdad y en amor propio.
Somos nuestras.
Somos únicas.
Somos especiales.
Somos diferentes.
Somos mujeres.
Somos personas.




Pd: A mi padre por plantarme un par de alas en el alma y ponerme un libro entre las manos para que aprendiera a volar antes que a nadar
A mi madre por regarme la mente y convertir mis miedos en la primavera que hoy ha hecho de mis espinas la primavera que plena mi vida.
Vivo en un eterno GRACIAS por hacerme LIBRE.



jueves, 1 de diciembre de 2016

Biografías a medias


He crecido con pinceles entre los dedos, cámaras analógicas y máquinas de escribir. 
He crecido con cuadernos hechos de esparadrapo, con ramos de flores hechos de margaritas. 
He crecido con pocos muñecos y muchos libros. Hace diez años aprendí a desgarrarme el alma sin pestañear y empecé a escribir. 
Soy el libro más real que jamás pude leer. 
El más complejo, el más intenso, el más sensible, el más inestable.
Aprendí a encontrarme en mis propias manos y descubrí que la poesía tenía respuestas para cada emoción que me inquietaba. 
He crecido sin móvil, sin ordenador, sin el plagio tras la oreja y el corazón entre las manos cada vez que habría un cuaderno. He crecido sin tener constancia del patriarcado que hoy me asfixia y desconociendo el feminismo que me ha salvado la vida. He crecido entre algodones de versos y arte. 
Mi realidad siempre ha sido la rara, hasta que se ha convertido en tendencia y eso me alegra tanto como me asusta.
Me asusta que nos olvidemos de nosotros mismos tratando de ser otra persona. Me asustan las modas, las tradiciones, lo normal, las excusas, los miedos y las jaulas.
Me asustan los juicios de valor, las copias, la hipocresía y el silencio. Me asustan las mentes llenas de paja, los plagios de personalidad, las mentiras y los secretos.
De Bukowski aprendí a ahogarme sin querer aprender a nadar. 
Porque luego con Pizarnik aprendí a volar. 
Aprendí que el mayor logro en la vida es ser y estar en equilibrio y armonía aquí y ahora, y sobre todo conseguirlo tras el intento. 
Aprendí a ser mi propia maestra, mi propia meta, mi propio reto, mi libro de par en par.
Porque madurar es abrazar a la satisfacción de amar y aceptar quién eres y nunca perderse en el intento de querer o aparentar ser otra.

El camino hacia nosotros mismos

Y verás, te queda tanto por aprender... 
Nos queda tanto por aprender...
Probablemente no sepas la diferencia entre aptitud y actitud, entre comprender y entender. 
Quizá tampoco conozcas el patriarcado, el capitalismo, el suelo de cristal, el gueto de terciopelo, la sororidad, la transversalidad, el empoderamiento, las olas del feminismo y en cuál de ellas estamos. Tampoco sabrás aún de epistemología y antropología, así como tampoco de psicología, de resiliencia, de asertividad. Seguro que no conoces al perro de Pavlov, que no has leído nada sobre Freud y su Psicoanálisis o de Nietzsche y su súper hombre. Tampoco sabrás qué es el socialismo, ni qué significa ser de izquierdas o de derechas. Quizás no conozcas a Frida Kahlo tanto como te gustaría, no sabrás cómo acabó en una cama o por qué se pintaba a sí misma. Tampoco habrás leído a Salinas, a Bukowski, a Pizarnik, a Benedetti, a Cortázar, de hecho, probablemente no sepas ni de dónde son, ni de qué época, ni si siguen vivos. Yo tampoco sé todo lo que me gustaría, ni sé cuánto sé principalmente. 
Quizás no hayas conocido el amor puro e incondicional de verdad porque nunca te hayas enamorado y que tampoco hayas conocido aún a tu primer amor. Imagino que tampoco sabes de sexualidad, de la gran diferencia que no todo el mundo sabe entre sexo y género, de identidad sexual, de sociología ni historia. Tal vez no sepas nada sobre estrofas, sobre estilos, sobre antologías, sobre la Generación del 27, sobre el Renacimiento o el Romanticismo. Apuesto que no sabes ni la historia de nuestro propio país, que tampoco sabes que el feminismo sigue sin ser una cuestión de Estado y cuáles son las leyes estancadas que no nos hacen prosperar y avanzar. Seguro que tampoco sabes la diferencia entre ahí, hay y ay, ni que "ahí hay un hombre que dice ¡ay!". Con el tiempo aprenderás para qué sirven las comillas ("") y el gran delito legal y real que supone no ponerlas. 
Descubrirás que quizás haya películas que todo el mundo ama y tú detestas y que no tienen porqué gustarte, al igual que los grupos de música. 
Aprenderás de sintaxis y para qué sirve y comprobarás que hasta ese momento jamás hubieras imaginado cuantas líneas o cajas caben en un folio. 

Me podrás dar detalladamente respuestas sobre todo lo anterior buscadas en Google, pero apuesto que las olvidarás mañana. 
Porque nadie nace sabiendo, y la cultura, la inteligencia y la sabiduría nunca se adquieren por completo de la noche a la mañana. 

Yo tampoco sé de leyes tanto como me gustaría, ni de política todo lo que necesito, ni de historia, ni de cocina, ni de astronomía, ni de salud o enfermedades. 
No sé cocinar ni conducir, no sé moverme sin GPS y no sé escribir sin metáforas. No sé coser todo lo que me hace falta, ni bailar como me haría ilusión. No toco ningún instrumento y soy pésima despidiendo mi propia ansiedad. No sé de astronomía, ingenierías, arquitectura, anatomía, química, matemáticas... Pero admiro completamente a quienes sí saben, a quienes sí lo estudian y a quienes sí se forman, se han formado y se formarán. 
No tengo ni idea de lo que dice la Biblia, ni de dónde venimos, ni de todo lo que pone en nuestro Estatuto de Autonomía, ni de cómo hacer que alguien cambie su forma de ser, pensar o hacer. No entiendo de fútbol ni me interesa. No sé cómo fotografiar a las estrellas y no morir en el intento de no agotar mi paciencia. No sé cómo huele París, cómo sabe la comida China en China, cómo se siente despertar estando en guerra, ni lo quiero sentir. No sé hacer una tarta sin mi padre o croquetas sin mi madre. 
Soy pésima en geografía, contando chistes o no siendo yo misma. No sé cómo es tan aparentemente perfecta la tecnología, ni puedo llegar a imaginar cuántas mentes brillantes han hecho posible el ordenador desde el cual escribo esto y la posibilidad de que hable con mis padres y con mi tía cada noche sin cable alguno. 

Y todo esto, es básicamente porque no soy perfecta, ni quiero, ni pretendo serlo. Y nadie lo es, y nadie lo será, por mucho que admires a alguien y pretendas ser como alguien. Porque la magia de la vida, de la cultura y de la sabiduría está en aprender por placer, no por imposición u obligación. Está en reconocernos humanos y entender que cada etapa conlleva una serie de obligaciones que nos orientarán y nos harán de una determinada forma que debemos vivir para avanzar y crecer. 

No sé dónde trabajaré mañana, si trabajaré, si seguiré teniendo la misma ilusión por la vida, si tendré el mismo color de pelo, las mismas gafas o el mismo miedo a perderme. No sé dónde viviré, no sé si habré viajado todo lo que siempre quise, si habré leído tanto que no queden más libros o habré escrito tanto que ya no queden árboles ni páginas en blanco. No sé si le habré salvado la vida a alguien o se la habré hecho mejor, si habré hecho a alguien mejor persona, si habré conseguido ver una estrella fugaz. No sé si tendré hijos, si seré la persona que siempre quise ser. 

Pero hay algo que sí sé, algo de lo que estoy segura.
Nacemos con la mente en blanco, somos los directores de nuestra propia película y los autores de un libro que dejamos de escribir cuando dejamos de respirar. Caminamos por un camino u otro por instinto, por experiencia, por pura inconsciencia, por rebeldía, por madurez, por compromiso, por educación, por imposición... Nos hacemos a nosotros mismos llenos de influencias. Somos producto de todo lo que nos rodea , de todo lo que hacemos, de lo que no hacemos, de lo que hemos hecho, de lo que no pudimos hacer, de lo que haremos, de lo que queremos hacer, de cómo son nuestros padres, de a qué colegio hemos ido, de dónde vivimos, de si somos de aquí o somos de allí. Pero somos uno, una persona única y perfectamente imperfecta que modelamos a nuestro antojo dependiendo de cómo nos vemos, de cómo nos ven y de cómo nos gustaría que nos vieran. Somos únicos, con nuestros fallos, con nuestros errores, nuestras caídas, nuestros gustos, nuestras historias, nuestros miedos. 

Y verás, me queda tanto, tanto, tanto, que aprender, que no quiero dejar de hacerlo nunca.

martes, 1 de noviembre de 2016

A mis ganas de volar


No hay invierno que me hiele la piel
si yo sigo viviendo
en la primavera de tus manos.

Por enseñarme a cuidar mis alas,
por enseñarme a volar
y mostrarme tu cielo.
A ti, a mis ganas.

Gracias por tanto. 

viernes, 26 de agosto de 2016

Querida sociedad

Siempre me ha costado canalizar mis emociones, por eso empecé a escribir, y por eso, sigo haciéndolo. Porque a pesar de todo, el papel sigue siendo la única terapia contra la ansiedad y el conformismo que veo presente en cada par de brazos cruzados, en cada boca cerrada por miedo a tropezar para ganar y en cada boca partida por las palabras que traspasan los límites del respeto y la humildad.
Hoy no vengo a dar consejos, hoy no vengo a abrirme el alma. 
Hoy vengo a gritar. 

Querida sociedad: me canso. 
Me canso de ver cómo nos dejamos los valores por el camino hacia el abismo. 
Me canso de ver día a día cómo nos dejamos la dignidad por amor, cómo nos pisoteamos a nosotros mismos tapándonos los ojos y los oídos, dejándonos llevar por absolutamente todo. Que sí, que "el que no arriesga no gana" y que "los miedos sólo paralizan", pero estamos construyendo una sociedad hueca, sin valores, justificando cada acción para nuestra propia satisfacción.
Prometo, que firmaría dónde fuese para que todo este estado que hay en mí al observar cómo se va todo a la mierda fuese sólo cansancio, pero realmente, lo que hay dentro de mi al mirar a mi alrededor, es tristeza. 
Me entristece el ojo por ojo. 
Me entristece la vergüenza que os produce vuestro propio cuerpo y no vuestra falta de amor propio.
Me entristece que la inocencia de la infancia se haya sustituido por la tecnología.
Me entristece que la filosofía ya no se vaya a impartir en clase, que no se construyan generaciones fuertes con la capacidad de decidir sí  mismos. Generaciones que serán incapaces de avanzar destapando mitos, realidades y tradiciones camufladas por una sociedad opresora y patriarcal que pretende que nos quedemos mudos ante el machismo que hay detrás de cada piropo que me hace temblar cuando paseo por la calle.

Me entristece, de verdad, os lo juro.

No hay día que no suspire de rabia ante el conformismo, ante la forma que tenemos de cambiar de tema cuando alguien parece que tiene un problema porque básicamente no va con nosotros y no hay tiempo para mantener la mirada y abrir la mente para que la empatía abrace a las preocupaciones de quien nos habla. 

No quiero ser partícipe de una sociedad que me llena de etiquetas por el simple hecho de haber nacido con vagina.
Tampoco quiero ser partícipe de una sociedad que generaliza en absolutamente todo, en etnia, en raza, en color de pelo, en edad, en sexos, en país, en cultura. 
Me cansa tener que bajar la cabeza ante esa falta de inteligencia que afirma que el feminismo no existe, que es un movimiento creado por mujeres contra los hombres, para destruirlos. 
Me niego a tener que aceptar que, porque una mujer decida libremente cómo vestirse se le pueda juzgar por ello. 
El burkini lleva demasiada tela, los leggins están hechos para provocar, en bikini sí, en ropa interior no. Ni se te ocurra dejar de utilizar sujetador, ni hablar de sexo, ni de sexualidad. 
Me avergüenza que os avergüence hablar de cómo menstruo mes tras mes para que un día, inevitablemente impuesto por la sociedad, antes de que se empiece a pasar el arroz social y nos vayamos a quedar para "vestir santos", pueda haber vida en mi templo de la fertilidad. 

Sentenciamos por fuera sin asomarnos adentro. Somos copias de copias de copias. Me resulta inevitable no hablar en primera persona del plural, habiendo tirado la toalla tantas veces después de ver tantas bocas llenas de envidia y tantos corazones vacíos de amor. Somos parte de un circo que no es capaz de superar los límites sociales pero que destruye los límites morales para el propio beneficio, caminando por encima del resto y levantando la cabeza cada vez que la pobreza y las injusticias pasean por nuestro lado. 

Me aburre lo tradicional, los "porque siempre ha sido así", los "porque yo lo digo", sea lo que sea. Hemos dejado de tener la capacidad de poner las cartas sobre la mesa y luchar por lo que nos asfixia mentalmente porque normalmente no nos incumbe y preferimos ayudar al prójimo desde nuestro sofá lamentando lo que nada va a cambiar si no nos dejamos el alma, la voz y la piel. 

Soy fan de las cartas llenas de complicidad y secretos, y de la tinta que se cansa pero aguanta sin decir adiós. 
Soy fan de la fotografía en blanco negro, de lo analógico que muestra el alma más allá de un "selfie". Admiro a la gente que se desnuda por dentro y por fuera sin miedos ni estereotipos. 
Me flipa la gente fuerte, llena de autoestima capaz de traspasarte con sólo una mirada. 
Me gusta hablar de música, de repostería, de política, de filosofía, de literatura. Revivo a Pizarnik cuando tiemblo de miedo entre barrotes, a Neruda cuando hago el amor. Vuelvo a enterrar a Bukowski cuando evito las resacas, abrazo a Frida Khalo cuando fotografío la libertad de mi alma, cuando beso a mis alas cuando el cielo y el suelo se llenan de tormentas. Soy capaz de escribir mientras escucho, de leer antes de que hayan terminado de escribirme. Adoro el Renacimiento, detesto el Romanticismo. Aprendí a coser en primaria. Comparto con mi padre el olor a velocidad y la satisfacción de llegar a tiempo aunque no haya ningún sitio al que ir. Y con mi madre la intensidad de los recuerdos llenos de olor y las marcas en el alma por valiente. 


QUERIDA SOCIEDAD: 
Me niego a tener que conversar con gente sin afán de superación, sin motivaciones, SIN ALMA.
No tengo sitio para una sociedad que se conforma, para la GENTE COMÚN. No quiero corazones intactos y mentes huecas. Porque yo, "Preferí el ayuno en mar abierto que comida en el acuario".


Pd: eternamente agradecida a la inteligencia de quienes me rodean que alimentan mi esperanza por el avance y la lucha que nos incumbe a todos en todo.





  

jueves, 18 de agosto de 2016

Humanidad, mucho más que humanos

Me gusta la gente que grita cuando sólo se escucha el silencio, pero que no confunde la verdad con el protagonismo;
la gente que se supera a sí misma como si no hubiera otra forma de sobrevivir,
más allá del ego, el conformismo, lo socialmente correcto y la falta de humildad.
Me gusta la gente que explica, que pregunta, que no duerme porque aprende. Porque aprende de sus pasos, de sus miedos, de sus dudas.
Me gusta la gente que disfruta de una conversación en la que nada tiene sentido pero que es capaz de reconstruir por dentro más allá de ideales,
estereotipos,
normas y
leyes sociales.
Me gusta la gente que suspira al acostarse sonriendo con la satisfacción de haber aprendido un poco más que ayer y menos que mañana.
Me gusta la gente que empatiza,
que se deja la piel por entender corazones ajenos,
mentes extrañas y
pasos perdidos.
Me cuesta no explotar de rabia, lo reconozco.
Me cuesta no callar cuando se apartan los valores, 
cuando lo de dentro se vuelve lo secundario y lo de fuera, la cartera o lo tradicional se vuelve válido por el simple hecho de parecer serlo.
Me niego a aceptarme humana y no reconocer mis errores. 

Me niego a dar lecciones de moral más allá de mi espejo, más allá de empezar por mí misma. Porque la magia de la vida está en los pasos que volverías a dar para llegar a ser quien eres aún habiendo cometido más errores que aciertos. Porque la magia, sí, la magia camina junto a la superación. 

Me niego a tratar de entender a los demás sin antes entenderme a mí, mirándome de frente y perdonando cada grieta y cada herida, abriendo a la vez horizontes sin límites que me hagan crecer de golpe y día a día.

Porque sí, porque me gusta la gente que mira de frente, aceptandose rota, mortal y humana.
Porque me gusta la gente que se olvida del orgullo, el pesimismo, el victimismo y el egocentrismo que envenena.
Pero sobre todo, realmente, me gusta la gente que ama, 
la gente que ama el mar, 
la vida, 
su cuerpo, 
sus defectos, 
sus errores, 
su pasado, 
su presente,
su ilusión, 

sus dudas, 
el cielo, 
el olor a libro viejo, 
a libro nuevo. 
Me gusta la gente que ama sin parar, 
que ama dejar atrás lo negativo, 
que ama la magia de los secretos, 
las noches de reflexiones, 
y el arte tras cada verso. 
Me gusta, por encima de todo, la gente que es capaz de amarse a sí misma para poder amar a los demás y a lo demás.