viernes, 26 de agosto de 2016

Querida sociedad

Siempre me ha costado canalizar mis emociones, por eso empecé a escribir, y por eso, sigo haciéndolo. Porque a pesar de todo, el papel sigue siendo la única terapia contra la ansiedad y el conformismo que veo presente en cada par de brazos cruzados, en cada boca cerrada por miedo a tropezar para ganar y en cada boca partida por las palabras que traspasan los límites del respeto y la humildad.
Hoy no vengo a dar consejos, hoy no vengo a abrirme el alma. 
Hoy vengo a gritar. 

Querida sociedad: me canso. 
Me canso de ver cómo nos dejamos los valores por el camino hacia el abismo. 
Me canso de ver día a día cómo nos dejamos la dignidad por amor, cómo nos pisoteamos a nosotros mismos tapándonos los ojos y los oídos, dejándonos llevar por absolutamente todo. Que sí, que "el que no arriesga no gana" y que "los miedos sólo paralizan", pero estamos construyendo una sociedad hueca, sin valores, justificando cada acción para nuestra propia satisfacción.
Prometo, que firmaría dónde fuese para que todo este estado que hay en mí al observar cómo se va todo a la mierda fuese sólo cansancio, pero realmente, lo que hay dentro de mi al mirar a mi alrededor, es tristeza. 
Me entristece el ojo por ojo. 
Me entristece la vergüenza que os produce vuestro propio cuerpo y no vuestra falta de amor propio.
Me entristece que la inocencia de la infancia se haya sustituido por la tecnología.
Me entristece que la filosofía ya no se vaya a impartir en clase, que no se construyan generaciones fuertes con la capacidad de decidir sí  mismos. Generaciones que serán incapaces de avanzar destapando mitos, realidades y tradiciones camufladas por una sociedad opresora y patriarcal que pretende que nos quedemos mudos ante el machismo que hay detrás de cada piropo que me hace temblar cuando paseo por la calle.

Me entristece, de verdad, os lo juro.

No hay día que no suspire de rabia ante el conformismo, ante la forma que tenemos de cambiar de tema cuando alguien parece que tiene un problema porque básicamente no va con nosotros y no hay tiempo para mantener la mirada y abrir la mente para que la empatía abrace a las preocupaciones de quien nos habla. 

No quiero ser partícipe de una sociedad que me llena de etiquetas por el simple hecho de haber nacido con vagina.
Tampoco quiero ser partícipe de una sociedad que generaliza en absolutamente todo, en etnia, en raza, en color de pelo, en edad, en sexos, en país, en cultura. 
Me cansa tener que bajar la cabeza ante esa falta de inteligencia que afirma que el feminismo no existe, que es un movimiento creado por mujeres contra los hombres, para destruirlos. 
Me niego a tener que aceptar que, porque una mujer decida libremente cómo vestirse se le pueda juzgar por ello. 
El burkini lleva demasiada tela, los leggins están hechos para provocar, en bikini sí, en ropa interior no. Ni se te ocurra dejar de utilizar sujetador, ni hablar de sexo, ni de sexualidad. 
Me avergüenza que os avergüence hablar de cómo menstruo mes tras mes para que un día, inevitablemente impuesto por la sociedad, antes de que se empiece a pasar el arroz social y nos vayamos a quedar para "vestir santos", pueda haber vida en mi templo de la fertilidad. 

Sentenciamos por fuera sin asomarnos adentro. Somos copias de copias de copias. Me resulta inevitable no hablar en primera persona del plural, habiendo tirado la toalla tantas veces después de ver tantas bocas llenas de envidia y tantos corazones vacíos de amor. Somos parte de un circo que no es capaz de superar los límites sociales pero que destruye los límites morales para el propio beneficio, caminando por encima del resto y levantando la cabeza cada vez que la pobreza y las injusticias pasean por nuestro lado. 

Me aburre lo tradicional, los "porque siempre ha sido así", los "porque yo lo digo", sea lo que sea. Hemos dejado de tener la capacidad de poner las cartas sobre la mesa y luchar por lo que nos asfixia mentalmente porque normalmente no nos incumbe y preferimos ayudar al prójimo desde nuestro sofá lamentando lo que nada va a cambiar si no nos dejamos el alma, la voz y la piel. 

Soy fan de las cartas llenas de complicidad y secretos, y de la tinta que se cansa pero aguanta sin decir adiós. 
Soy fan de la fotografía en blanco negro, de lo analógico que muestra el alma más allá de un "selfie". Admiro a la gente que se desnuda por dentro y por fuera sin miedos ni estereotipos. 
Me flipa la gente fuerte, llena de autoestima capaz de traspasarte con sólo una mirada. 
Me gusta hablar de música, de repostería, de política, de filosofía, de literatura. Revivo a Pizarnik cuando tiemblo de miedo entre barrotes, a Neruda cuando hago el amor. Vuelvo a enterrar a Bukowski cuando evito las resacas, abrazo a Frida Khalo cuando fotografío la libertad de mi alma, cuando beso a mis alas cuando el cielo y el suelo se llenan de tormentas. Soy capaz de escribir mientras escucho, de leer antes de que hayan terminado de escribirme. Adoro el Renacimiento, detesto el Romanticismo. Aprendí a coser en primaria. Comparto con mi padre el olor a velocidad y la satisfacción de llegar a tiempo aunque no haya ningún sitio al que ir. Y con mi madre la intensidad de los recuerdos llenos de olor y las marcas en el alma por valiente. 


QUERIDA SOCIEDAD: 
Me niego a tener que conversar con gente sin afán de superación, sin motivaciones, SIN ALMA.
No tengo sitio para una sociedad que se conforma, para la GENTE COMÚN. No quiero corazones intactos y mentes huecas. Porque yo, "Preferí el ayuno en mar abierto que comida en el acuario".


Pd: eternamente agradecida a la inteligencia de quienes me rodean que alimentan mi esperanza por el avance y la lucha que nos incumbe a todos en todo.





  

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