lunes, 8 de mayo de 2017

Tú, a través de mí


Tiene las manos tan grandes como su corazón, el pelo siempre alborotado y los ojos color café.
Guarda su sonrisa para quien entiende que sus pies crujen cuando todo está en silencio, y que sus uñas nunca crecerán porque no tiene, porque no quiere.
Tiene una ventana en el alma, un paisaje que se refleja tras sus párpados y unos latidos que hacen ruido tras la puerta por la que me asomo a verle dormir cada vez que tengo la suerte de sentirle respirar en mi nuca.
Tiene la manía de hacerme creer que soy de hierro, que mis manos son mis alas, y que tengo el don de no rendirme nunca. Pero se equivoca.
Él me ha visto Roma y me ha visto París. Me ha visto volar y derrapar, despedirme y nunca irme, retarme y deshacerme. Me ha visto tormenta y huracán, poesía, marea y tren.
Supe al mirarle que el miedo es una escusa mediocre de los valientes que siempre supieron de la existencia de sus alas. Y así fue como aprendí a dejar de caminar.
Nunca hizo falta contarle la trama de mis insomnios, a pesar de que sigo prefiriendo susurrarle al odio mis miedos para sentirme tan a salvo como la primera vez que me vio ser yo y no huyó,
como cuando entendió que no había un jardín con más espinas que mi alma y aún así prefirió quedarse para regarlo antes que acordarse de mí cada vez que viese una flor.
Tiene la capacidad de arrancar kilómetros para olerme de cerca, lamerme el alma y hacerme el amor por dentro hasta ordenar el equilibrio que entre cosquillas vuelve a romper.
Guarda más domingos a medias entre los pies, que despedidas entre los labios,
manías para escribir trilogías y una forma de atravesarme que nunca podré contar.

Es luz y silencio,
atardecer y ruido,
caricia y cicatriz.
Es la paz llena de insomnios,
un suspiro lleno de vida,
una canción que nunca acaba,
un paseo a ninguna parte,
la metáfora de un "sí".
Sí.

Escribo desde hace cuatro primaveras por si algún día se olvida de los lunares de mi espalda, o qué bolígrafo uso para escribir.
Escribo por si algún día tiene que inventar un cuento donde la protagonista hablaba sola, gritaba con los dedos y tenía un objetivo entre las manos para inmortalizar el tiempo; para recordarle que ya existe y que nunca quise protagonismos.
Escribo porque eres la encarnación de todas las emociones que adopté a lo largo de mi vida y me hicieron así de rara como tu no me ves, así de especial como me quieres.
Escribo porque al abrazarte encontré cada pétalo perdido de las metáforas de mis cuadernos vacíos.


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