jueves, 10 de mayo de 2012

Siempre, será para siempre

Me gustaba sentirlo, no sabía como lo hacía pero después de largos años, cada beso tenía el sabor de aquel primero. Protagonizando nuestro momento, con miles de escenas pero también argumentos.
Quizás el telón fue demasiado grande para aquel momento en el que solo era cosa de dos.
Aquellos árboles se percataron pero les gustaba sentir ese aroma, esa sensación de timidez que había en el aire escondida aunque presente cada vez que nos mirábamos de frente.
No lo imaginaba así, tan pronto, de repente, pero tan increíblemente diferente.
Así era él, me gustaba observarlo, me gustaba ponerle números a sus sonrisas pero también a sus enfados.
Me hacía sentir perfecta, de la cabeza a los pies...
Nunca nadie llegó a entenderme, a diferencia de él. Jamás supo de razones ni mundos, pero me entendía a mi, a aquella que a veces no quería sentir que existía por puro agotamiento.
A él no le hacía falta nada cuando me sonreía, no se daba cuenta pero desconectaba, olvidaba que sentía incluso amor, le gustaba el sentimiento que le producía reír antes de pasar a contarme cualquier cosa sería.
Era él, tan diferente y tan atento, jamás se le escapó nada, ni jamás se le escapará, lo afirmo.
Su mirada era como una brisa procedente del mar que inundaba mi sesera vaciandola de tantos tapujos.
Así era él, así es aun, tan tremendamente perfecto.

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