martes, 31 de marzo de 2015

Lleno vacíos y los vacíos me llenan.

Me inundan mis defectos y me arañan mis virtudes porque nunca creí en ellas, pero sí en la poesía. Aprendí a escribir sobre tu espalda siendo ciega, y a sentir con el alma lo que tu jamás conocerás de ti mismo. El mar me da nauseas, y yo se las provoco a cada noria que ha subido a los vagones del tren de mis dedos. Mi vida es la paradoja de mis propias manos, sólo que a estas alturas ya no dudo de quién late por mí. El equilibrio de mi mente es tan frágil como todas las primaveras que tengo escondidas a la espera de ser tuyas. Tengo la certeza de que mi alma son mis versos por las veces que me han sanado, siendo yo quien te convierte en ellos para poder ponerme alas.

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