sábado, 9 de enero de 2016

"Bendita eternidad". -dijo la poesía

No sé cuántas vidas llevaba esperando tenerte en la mía, pero apuesto, que he quemado cientos de cuadernos por si así, venías a salvarme de mis propias llamas, atraído por el humo de unas ruinas que me helaban el alma.

No sé si he vivido con la misma intensidad la sensación de no respirar por sentirme viva, pero hoy son mis alas las que me hacen latir; porque dudo que haya oxigeno en esta eternidad capaz de mantenerme a salvo del caos que me define si no imagino a tus manos capturando escalofríos en mi piel, y traspasando las barreras de mi alma para acariciarme los miedos.

Ni siquiera imagino cuántos relojes habrán pasado por nosotros sin pararse a contar las horas que hoy soñamos para amarnos dejándonos tan sólo el alma cuando ni siquiera la piel es necesaria. Y qué paradoja el tiempo sanando grietas y devorando madrugadas que nos hacen apostar por la eternidad, sin acordarnos de que hay manecillas que sentencian, más que manos que prometen "para siempre".

Qué iluso el cielo, creyendo que lo ha visto todo cuando la tierra dejó de girar en cuanto me puse las alas para ir a buscarte si saber que era yo quien se había perdido mucho antes de necesitarnos- a los dos.
Cuando anochecí por guiarte hasta la constelación perdida de mi cuerpo que conseguiste encontrar, porque sólo tu sabías que existía.
Cuando sentí el equilibrio de mi pulso tirándome al abismo de tu boca, ignorando que no había retorno entre los besos que aún me faltan por eternizar.


-Qué iluso el mundo no creer que encontré la paz al verme proclamándome viva cuando vi en tus ojos el broche de la herida que faltaba por cerrar.- 


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