La vida, el típico tópico que nos lleva por el camino de las
dudas hacia un callejón sin salida en el que la única luz que tenemos es la que
se enciende en nuestra mente en forma de reflexión. ¿Somos conscientes de lo
que significa la vida? Quizás todas las preguntas que nos hacemos cuando
reflexionamos no son más que pruebas para saber hasta qué punto estamos
dispuestos a tomar en serio el gran camino de la existencia.
Nos martirizamos creyendo que algún día llegará una respuesta
universal para todas las preguntas existencialistas que nos hacemos día a día
sin apenas darnos cuenta, pero no es así. No podemos confiar en que algún día
conoceremos las respuestas de todo lo que nos rodea porque en ese momento, la
vida dejaría de tener sentido. Tal vez todo fue creado para que el misterio nos
mantuviera activos, para que nuestras dudas fuesen el motor de una máquina que solo
se activa viviendo, y si eso es cierto, vivamos.
La vida debería vivirse al límite, y eso implica disfrutar de
cada segundo que nuestro corazón late. Somos los mecánicos de nuestra máquina,
y si jamás descubriremos quién fue el fabricante debemos vivir durante nuestra
cadena de montaje.
A veces nuestras dudas hacen que sintamos miedo de lo que
hay después, de lo que hubo antes y de lo que está ocurriendo, pero el miedo es
algo que provoca que nuestros días pasen centrados en un callejón sin salida
que no nos dejará disfrutar del paisaje que afortunadamente podemos ver y
sentir.
Podemos optar entre la frustración del silencio que existe
desde que nacemos o adaptarnos a lo que alguien o algo dio sentido y llamó
mundo.
Si es cierto que hay vida después de la muerte la viviremos
con la misma ilusión que ésta, y si no es así viviremos ésta como si nuestras
horas de sueño fuesen la preparación para 365 oportunidades de vivir al año.
Vivamos, reflexionemos, disfrutemos, tengamos fe en la vida, pero sobre todo no dejemos que el propio sin sentido de ésta se apodere de los jugadores de una partida que se gana sin entender el juego.
Vivamos, reflexionemos, disfrutemos, tengamos fe en la vida, pero sobre todo no dejemos que el propio sin sentido de ésta se apodere de los jugadores de una partida que se gana sin entender el juego.
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